viernes, 19 de octubre de 2007

ACORDES

¡Cuánto puede caber en una vida! la propia vida...

A microscópicos ratos, enmudecida de júbilo.
Por años, vociferante de anonadamientos como éste:

SENTENCIA
Sobrevivimos porque somos lo suficientemente estúpidos como para aceptar lo irremediable.
Y eso tampoco nos salva.
Porque frente al destino, tanto el escepticismo como la fe son igual de estériles.
El hilo (aún el de Ariadna) siempre se corta por lo más delgado.
En el ojo de las tormentas o resistís o te dejás llevar.
Sin trascendencia posible.
Lo que queda es dolor, miedo, soledad.
Incluso, no sé por qué estoy escribiendo,
denegando con palabras vanas mis convencimientos más íntimos.
Amigo en la desesperación,
a vos recurro como cábala.
Ni pitonisas ni sumos sacerdotes.
Pronuncio mi propia sentencia -incoherente, combativa-
y digo:
Maldito pensamiento, con su podredumbre de quimeras.
Malditos los espejos, los íconos, los ídolos, las imágenes, las ideas.
Maldita moral. Malditas profecías.
Maldito salario mínimo, vital y móvil.
Malditos avatares cotidianos, maldita rutina anestesiante.
Malditos ropajes, perversos y malditos simulacros.
Maldita gravedad. Maldita culpa de haber nacido.
Malditos los encuentros.
Y mil veces maldito el desencuentro inesperado.
[yo hablándole de amor, y él coqueteando con la muerte,
él corrompiéndose al centro de la nada y yo luchando contra la tentación del alcohol].
Malditas todas las sublimaciones y los furores heroicos.
Maldita evasión, arte maldito.
Maldito corazón, que se engaña con facilidad.
Malditos e inconfesables sueños.
Maldita la vida decorosa, la puta y honorable verdad.
Malditas situaciones límites, catástrofes e inclementes calamidades.
Malditas huellas imborrables de su ternura en mi cuerpo.
Alma maldita, por tu concupiscente reminiscencia.
Maldita la blancura, la alegría, el buen consejo.
Malditos diagnósticos de los hechos.
Saber que se hace maldito, cuando degenera en información.
Malditos números, estadísticas, trámites, análisis.
Maldita espera la del pobre.
Maldito tu orgullo, que no sangra.
Malditas mis lágrimas que no se dejan ver.
Maldito virus.
Maldita yo.


7 comentarios:

Asterion dijo...

Lo fatal no es lo que espera más adelante. Creo que lo fatal es el lugar al que llegamos hoy, no habiendo sabido.
Gisofania, usted es griega, no romana. Deje las maldiciones para quienes creen en la bendición.

GISOFANIA dijo...

sabe qué, Asterión? se ha ganado usted todos los besos del día con este comentario. es que me hace sentir orgullosa de mi esfuerzo: haber escupido una y mil veces sobre cierta maldición que me echó una "sierva del Señor" cuando yo tenía 18 años

Anónimo dijo...

Lord Henry Wotton: No existe aquello llamado buena influencia, señor Gray. Todas las influencias son inmorales-inmorales desde el punto de vista científico.
Dorian Gray: Porqué?
Lord Henry Wotton: Porque influenciar a una persona es darle nuestra propia alma. Esta no tendrá sus propios pensamientos, y se incendiará con sus propias pasiones. Sus virtudes no serán reales, sus pecados, si existen los pecados, serán prestados. Se convierte en el eco de la música de otro, el actor de una parte que no ha sido escrita para él. El objetivo de la vida es el desarrollo de su propio yo. Encontrar su naturaleza apropiada, es esto por lo que cada uno de nosotros estamos aquí. El mundo tiene miedo de sí mismo, se han olvidado de la mayor de todas las obligaciones, la propia. Claro que son caritativos, alimentan al hambriento, y visten a los mendigos. Pero su propio ser está famélico y desnudo. La valentía huyó de nuestra raza. Tal vez nunca la tuvimos. El terror a la sociedad, que es la base de la moral, el terror a Dios, que es el secreto de la religión, estas son las dos cosas que nos gobiernan. Y sin embargo... Sin embargo, creo que si un hombre viviera su vida completamente y hasta el límite, si le diera forma a cada sentimiento, expresión a cada pensamiento, realidad a cada sueño. El mundo alcanzaría un impulso tan fresco de alegría que olvidaríamos lo malo de la mediocridad, y regresaríamos a la época helénica ideal, a algo más dulce, más rico, que el ideal helénico. Pero hasta el hombre más valiente tiene miedo de sí mismo...Se ha dicho que los mayores acontecimientos del mundo suceden en nuestro cerebro. Es en el cerebro, y sólo en él, donde los grandes pecados del mundo suceden. Usted señor Gray, usted mismo, con su sonrosada juventud y blanca adolescencia, ha tenido pasiones que le asustaron, pensamientos que le llenaron de terror, sueños estando despierto y dormido cuyos recuerdos podrían manchar sus mejillas de vergüenza.
(...)"
en "EL retrato de Dorian Gray"

GISOFANIA dijo...

ah, buenooooooooo!!!!!!!!

Anónimo dijo...

y...nada es original, preclaros cerebros que nos han precedido nos miran socarronamente..."Para cada generación hay certezas que encontrar, preguntas que responder...Quizas esas preguntas, esas certezas, sean siempre las mismas"...

Laviga dijo...

Chapeau!

JOKERMAN dijo...

Duras palabras las de tus acordes.