MR. CREASY

Sólo es el viento despeinando pesares. No te dejes confundir. Al reparo de cualquier sugestión apolínea, el nudo sigue bien amarrado, indestructible entre las vértebras, protuberancia absurda que te señala. Humano, cabal y mediocremente humano. Me han dicho que es real ese narcisismo borboteante de las heridas, que no ha de liberarte de la miseria que a cada uno llega. Y sin buscarlo te vuelves espantapájaros del vulgo, un bricolage de nervios bloqueados a mediatarde, cuando la conciencia te pide cuentas de lo escrito y omitido en el Gran Libro.
Natura non facit saltus. Ok. Pero la Providencia también es un continuum deprimente que asola con su circularidad el espectro multicolor de los hechos. “Qué más da”, mascullas, “Dios es una quimera insatisfecha de sorpresas”. Echas el morral sobre la litera, sacudes el polvo de cemento adherido a los borcegos; desde el ordenador llega un murmullo quedado que sostiene: Púdrete en tu sitial, escupe, ahoga las vociferaciones, ajusta el reloj y levanta esa cabeza. La maratón comienza de nuevo. A pesar de la sangría y la fantasía de convertirte en héroe de celuloide.