Un punto,
apenas perceptible.
Que se hace gota,
repetición que horada
la aridez inabarcable
de esta pampa de pastos duros.
Que se transforma
en charco, laguna,
y se encrespa de pura obstinación.
Ahora se vuelve río,
torrentes en desorden,
olas, océano tempestuoso.
Y ya sin frenos
ostenta su impetuosidad
violentando los límites del espacio,
cuestionando la lógica del tiempo.
Un punto
te redime, te rescata,
derrama a tus pies la beatitud,
ese suspiro balsámico de no esperar a ningún salvador.
Tú, asiente, mujer.
Entrégate.
Y nunca jamás vuelvas a dudar
del poder de la debilidad.
A mi encantador demiurgo,
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