(entre Diotima y Dionisio)
O no dice o dice no.
Y convierte a este corazón
en un páramo lacerado -de vez en cuando-
por explosiones groseras de géisers.
Sorprende. No lo adivino jamás.
Se contrae. Dispara. Muta.
Me ha pasado de creer entender su juego.
De empezar la cuenta regresiva,
lanzarme a la búsqueda confiada
y sólo hallar el desencuentro.
No es que se esconda. No.
Siempre está allí , acorralado,
en ese intersticio sutil de los oráculos no resueltos.
Chamán de los acertijos,
corredor de apuestas fuertes
(a menudo, mis pies desnudos terminaron caminando sobre brasas ardientes).
Con él, es inevitable
no estar a la altura de las circunstancias.
O padecer este hado epitalámico,
de hojarasca y ansiedad.
Sus apariciones son húmedamente sensuales,
ronroneantes y cálidas.
Pero cuando la entrega está a la mano,
a punto de sucumbir ante el sortilegio,
se vuelve ácido, ironía petulante, abyección,
un azote del desierto.
Una llega a aborrecer las interferencias,
sin encontrar su origen.
Y entonces... o no dice o dice no.
Es como un dios colérico,
sediento siempre de sacrificios.
Un golem creado a la medida de mi perplejidad.
Tiene nombre.
Pero es mi cobardía de invocarlo el límite de su propia inefabilidad.
Su nombre es la diversidad que se oculta
en el imperio frágil de la idea.
Porque él no sabe de mi fe,
y este secreto es mi condena,
mi reclusión incondicional en el mundo de la perpetua interpretación.
6 comentarios:
No sabía que habia cárcel para los exégetas.
hay una cárcel para cada tipo de fe
y toda fe nos encarcela. Me gustó. Un post de calidad gongorina
me parece que exagera, Asterión.
se lo agradezco, es usted un caballero.
Hay mucho amor ahí...
"somos estatuas de sal, queremos volver...", dice el filosofo de Caballito.
La incomprensión siempre me pego mal, conduce a la soledad, y bueh!...
Cariños, Cacho
no creo que sea amor. sí pasión y atracción fatal.
Publicar un comentario