Siempre me ha parecido ridícula esa idea de que la mujer sería el futuro del hombre. Viniendo de un poeta que se ha afanado en encontrar el camino de los niños varones desde la desaparición de su mentor hembra, creo incluso que ese verso convertido en muletilla no carece de gracia...
¡Qué no haríamos para convencernos de que amamos cuando nos conformamos con obedecer las meras órdenes de la naturaleza! Incluida allí una letanía de poemas dedicados a los cantores de fiestas populares o de colegiales que cuentan los pies y transpiran -y no a la inversa- en la clase de versificación... En las bases del buen gusto, el amor -o aquello que se hace pasar por él- merece perpetuidad...
Porque las mujeres no son ni el futuro, ni el pasado, ni el presente de los hombres. ¡Qué idea extraña y descabellada! Demasiados siglos cristianos han enseñado que ellas no son nada, menos que la nada, la hez de la humanidad, sin alma, indignas de consideración, pecadoras, incitadoras y otras sandeces. Nos equivocaríamos si creyéramos que oponiéndonos sistemáticamente a esta extendida ideología decimos cosas inteligentes: la oposición a una estupidez punto por punto corre fuertemente el riesgo de ser también una estupidez...
De allí una invitación a pensar las citas y su correlato ideológico (las mujeres serían mejores en política que los hombres, aportarían aire fresco a este universo nauseabundo, tendrían éxito allí donde los hombres fracasan, etc.) como una forma hábil y nueva de seguir despreciando a las mujeres. Si ellas son absolutamente nuestras iguales, cosa que creo, hacen mal aquello que los hombres hacen mal: el poder las corrompe en igual medida, la retórica las habita del mismo modo, la demagogia las anima con la misma constancia, las resignaciones las acompañan, las promesas no cumplidas, etc.
Allí donde la realidad, por su naturaleza, disminuye a los hombres, afecta del mismo modo a las mujeres. Cuando los machos son inútiles, las hembras también lo son -ni más ni menos-. La igualdad supone el fin de la discriminación tanto negativa, la antigua, como la positiva, la nueva, la moderna, la que está de moda. Ni misoginia ni falocracia, desde luego, pero tampoco ginefilia o vaginocracia. El hombre no es el futuro de la mujer; la mujer no es el futuro del hombre. Intrínsecamente, las mujeres no aportan nada que los hombres no hagan ya. Salvo si se piensa que ellas son suaves por naturaleza, finas, gentiles, pacifistas, que tienen sentido del matiz allí donde los hombres serían duros, pesados, gruesos, malvados, belicosos y actuarían como bulldozers. Si nos resignáramos a semejante visión del mundo, habría que añadir que los negros tienen sentido del ritmo, que los judíos aman el dinero, que los asiáticos son pérfidos y los árabes genéticamente delincuentes... y los corsos biológicamente holgazanes...
Que las mujeres desconfíen: cuando los hombres sostienen discursos tranquilizadores sobre ellas, esconden a menudo el deseo de seducirlas y limitarlas mejor. El azúcar poético envuelve maravillosamente la punta embebida de curare con la cual el macho apunta a su presa con la certeza de no errarle. Cupido no es un angelito inocente, sino un cazador sin fe ni ley. Unas veces entona versos y adquiere la forma de Jean Ferrat cloqueando con los poemas de Aragón... Otras se oculta tras la pluma de un filósofo y redacta su misiva para Córcega... Que las mujeres dejen de pensar que su plenitud pasa por la maternidad o el casamiento, puesto que supone la exacerbación de su subjetividad, y serán el futuro de ellas mismas, el único que realmente importa.
1 comentario:
Me vino a la mente el anuncio de aquella empresa automotriz... "Hay un Ford en su futuro".
Pensaba entonces; "Hay una mujer en mi futuro".
Hoy, con alguna en mi pasado, una en mi presente y... evaluando la posibilidad de otra en el futuro, puedo valorar en su exacta dimensión porqué la mujer es para el hombre... su porvenir ineludible.
¡Salud por ellas! (aunque filosóficamente nos sean tan perjudiciales)
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