lunes, 11 de febrero de 2008

LA FUNCIÓN

En sentido literal, no existen instancias previas. Cuando se abre el telón, acaece la actualización de los ensayos. Naturaleza del evento: la Única Vez. El actor es ese punto que se bambolea en el doble movimiento infinito de ocultar y manifestar. Lo de afuera es el consenso, el intercambio de opiniones, la retroalimentación, los entramados. El acá es la experiencia íntima, privativa, aislada. Los sucesivos cambios de vestuario, las rotaciones de rol, el maquillaje operan en esa dirección, la del bucle de sí hacia sí. En general, la estrategia del director es ir recortando el reparto, ajustar los elementos hasta lo mínimo, con el monólogo como término y núcleo. ¿Qué es lo que quiere decirse-mostrarse? Tal, la incógnita. Su insistencia puede ser una invitación o una advertencia (un escondrijo tramposo, también). Puede ocurrir que la escena sea interrumpida por un batir de palmas con hurras, algún insulto. Que esté previsto o no es irrelevante. Impertinencia del enfrente queriendo violentar el montaje. Caprichos de espectador. Intento imbécil. Como quien satura el ambiente de agua de rosas, para borrar la memoria de un olor desagradable a la nariz y al espíritu. La lógica de la representación es inviolable. No hay coro, no hay desenlace, no hay contemplación. Ausencia de dioses. Nada más que el intérprete y su monotemática repetición. Lo que se espera (se persigue) es una actuación magistral: la deconstrucción del silencio.

Sólo el autor sabe que esa empresa es imposible. La suya es una ciencia intransferible.
Desde un palco destinado a tal fin, los críticos se mofan.

6666
Lo busqué tras bambalinas, en el hall, los camarinos. Cuando acabó la obra, quedé solitariamente yo con mi ficción en el vasto y áspero escenario.

1 comentario:

Tony dijo...

¿Somos actores rebeldes, interpretando un papel diferente al que el autor nos tenía designados?...