A decir verdad, en esa inquietante y bella simetría de la construcción de mi sueño, ¿cuál de las dos aberturas tomar, puesto que ya no se presenta el futuro en una sola de ellas? ¿No son ambas, siempre equivalentes, mi reflexión? ¿Debo seguir temiendo el azar, este antiguo enemigo que me dividió en tinieblas y tiempo creados, sosegados ambos en una misma suma? ¿Y no está hacia el fin del tiempo, que trajo el de las tinieblas, anulado él mismo?
(cuchicheo)
En efecto, la primera en llegar se parece a la espiral precedente: el mismo ruido escandido -y el mismo roce: pero como todo ha concluido, nada puede ya atemorizarme: mi terror, que se había adelantado bajo la forma de un ave, está muy lejos: ¿no ha sido reemplazado por la aparición de lo que fui?, y cómo me gusta reflexionar ahora, a fin de liberar mi sueño de este ropaje.
¿Este escandimiento no era el ruido del avance de mi personaje que ahora lo continúa en la espiral, y este roce el roce incierto de su dualidad? En fin, no es el vientre velloso de un huésped inferior a mí, cuyo resplandor ha golpeado a la duda, y que se ha salvado con un aleteo, sino el busto de terciopelo de una raza superior que la luz hiere, y que respira en un aire sofocante, de un personaje cuyo pensamiento no tiene conciencia de sí mismo, de mi último rostro, separado de su personaje por un cuello aracneano y desconocido: por eso, ahora que su dualidad está separada para siempre, y que incluso ya no escucho a través de él el ruido de su avance, voy a olvidarme a través de él y disolverme en mí mismo.
Su choque vuelve a ser vacilante como antes de tener la percepción de sí: era el escandimiento de mi medida, cuya reminiscencia vuelve a mí prolongada por el ruido en el corredor del tiempo de la puerta de mi sepulcro, y por la alucinación; y, así como ha sido realmente cerrada, debe abrirse ahora para que mi sueño se explique.
Ha sonado para mí la hora de partir; la pureza del espejo se establecerá, sin este personaje, imagen de mí -¡pero él llevará la luz!- ¡la noche! Sobre los muebles vacíos, el Sueño ha agonizado en este frasco de vidrio, pureza, que encierra la sustancia de la Nada.
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