lunes, 31 de marzo de 2008

TROPOPAUSA

La sirena de los cargueros que se embotellan en el subconciente y la savia corrompida. Faunos infectados en banquetes de autor, oratoria de género, algún comic con barbies posmodernas, catering fulok, autoemprendimientos. También úlceras, polinización apresurada, acechanzas de Gustavo Adolfo Bécquer. Cinismos son negocios. Un malecón para el choque del pánico que erosiona, la sal de los intentos, requiebres taquicárdicos, y promoción es una mala palabra.
Ir armando el macramé del olvido poco a poco, escarchándose los dedos y produciendo versos en estalactitas. Vapores e insomnio, rastafari, remordimiento helénico: este otoño avanza cargado de paradojas.


OTRA VOZ
Perdió el hilo de las cosas, y se apagó
su estrella perceptora. No tropezó.
Y cuando su paso fue ya de piedra
y el tedio le dejara surcos en las mejillas,
recogió lentamente sus despojos:
los recogió para la vida, diseminándose.

ALI AHMAD SAID ESBER (sirio, contemporáneo)
de "Canciones de Mihyar el de Damasco", 1961



La desesperación con su chamuyo, crónica fresca e imperceptible al gusto. Superávit de no inscriptos y presentación de aplicativos vigentes. Lo que para arriba es excéntrico, para abajo es ridiculez (alguien sugiere que empalemos al dj, por obsecuente). Zeus libre a nuestras tiernas generaciones de los artistas de vanguardia. Tengo una reserva de bastones de incienso para convocar a las tenebrosidades, si es que no fuera suficiente. Quisiera levantar vuelo atravesando hectáreas; pronósticos adversos me enclavan a este pedregal desconocido. Me hace falta embrujos, carcajadas, cable a tierra. Me hacés falta.

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