"¡qué asco, si debajo de las bellísimas formas de Alcibíades, viéramos sus vísceras"
Como si fueran universos paralelos.
Chispas refulgentes, mónadas de alegría reconquistada por una voluntad conversa.
Vuelvo a chocar contra los riscos, para pulirme de insensateces.
En tus orillas me despojo
la piel,
las letras,
inconstancias.
Puja la sed sus simientes de gozosa inefabilidad.
Tesoro escondido,
completud.
Ficino procura convencerme con su Theologia Platónica
A ratos, el clamor de Marsilio es conmovedor
"Haz, oh Dios mío, que todo sea un sueño, que mañana, despertándonos a la vida, advirtamos que hasta entonces estábamos perdidos en el abismo, donde todo era pavorosamente deforme; que como los peces en el mar, éramos creaturas encerradas en una prisión líquida que nos agobiaba con pesadillas terribles!"
Soldado impertérritamente leal a Platón, continúa con su apología apasionada:
La grandeza del hombre está en su esencia divina, en el ser íntima, sustancialmente, un dios: será, quizás, un dios caído, mas siempre un exiliado en la tierra, melancólico de una patria lejana, a la cual debe regresar, a la cual no puede no regresar. En su estructura ontológica se encuentra el signo imborrable de esa dignidad que lo libra de la fatal necesidad del mundo natural, de la necesidad terrible de la muerte. Pero su nobleza es, en el fondo, una nobleza de nacimiento, no una conquista por las obras y un premio por la virtud.
"El conocimiento quiere encerrar el infinito en nuestro pensamiento; el amor dilata la mente por toda la inmensidad de la misericordia divina".
En principio, la lectura de los neoplatónicos renacentistas me resulta estimulante. Un orgasmo intelectual. Efímero. Pienso que la filosofía es esa llaga de Dios permanentemente abierta. La trascendencia nos hace alarde de sus úlceras (¡y cómo!). Los hombres tienen sus fuegos, sus juegos, sus sueros, su suelo, sus luegos. Sin embargo, sufren de esa morbosidad inclinada a lamer las purulencias del Absoluto, que los engaña incitándolos a considerarse especialistas en el sufrimiento y la decadencia, samaritanos del destino del mal. Y la ciencia (particularmente la teología) los convierte en enfermeros de la divinidad aquí en la tierra. El arte, bufones del Partenón. Sabiduría de los mortales, asistencia médica de las Verticalidades. El mundo, hospital de la Inmanencia.
2 comentarios:
Espíritu del vino, si no tienes nombre déjame que te llame Demonio... dijo el pobre Casio.
Yo lo llamaría bendita pósima también, en algunos otros momentos.
Están quienes dicen que nos los hombres nos inventamos todo tipos de subterfugios, como una salvación de las almas, como un cielo, como un infierno, por el temor a la muerte, por el horror que nos genera ser concientes de nuestra finitud. Pero que nada de eso existe. Lo promulga Nietzche, lo canta Calamaro "la vida es una caja de madera", o algo así.
Yo creo, sin que eso me limite a trascender aquí. Creo sin soñar una inmortalidad espiritual bienaventurada, sino sólo creyendo en un ser de algún otro modo, por siempre. No como un eterno retornar, no como una transmigración, sino.... no se como, ni en donde, pero con algún fin.
Pero más creo en revivirme cada día en mis afectos, y así hasta el último de aquellos que albergue algo de lo que fui. Eso es a lo que apuesto, amar y ser amada.
El arte... para Platón el arte no podría existir, cuanto menos no la creatividad, que es la esencia del arte.
Hermosas tus reflexiones, GISO. Escribís tna preciosamente!
Saludos.
¡Qué tema el de la fe!
independientemente de que me lo han impuesto en la Academia, continúa fascinándome; por eso me siento tan inclinada a la filosofía medieval y a las cosmovisiones "místicas"( supongo)
Al respecto, ya me he deschavado en alguna oportunidad y en sitios muy parecidos a éste sobre lo cercana que me resulta la expresión atribuida a Tertuliano: "credo quia absurdum"; no tanto por lo que significa si no por lo bello que suena.
Me estoy poniendo senil y por eso prefiero las imágenes a los conceptos.
Gracias por tus elogios, alguna.
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