"la filosofía es música suprema" Platón
"¡qué asco, si debajo de las bellísimas formas de Alcibíades, viéramos sus vísceras"
Aristóteles, citado por Boecio
Como si fueran universos paralelos.
Efervescencias. Me acerco con sigilo a la copa y permito que las burbujas lleguen, por intermedio de la nariz, acertadamente al alma (Heráclito asentiría gustosísimo).
Chispas refulgentes, mónadas de alegría reconquistada por una voluntad conversa.
Vuelvo a chocar contra los riscos, para pulirme de insensateces.
En tus orillas me despojo
la piel,
las letras,
inconstancias.
Puja la sed sus simientes de gozosa inefabilidad.
Tesoro escondido,
completud.
Ficino procura convencerme con su
Theologia PlatónicaEl hombre sería el más desgraciado de cuanto animal vive sobre la tierra si no pudiese arribar a la certeza de su salvación. Porque sólo al hombre le ha tocado en suerte, junto a la miseria de su finitud, la angustiosa conciencia de su límite inexorable. A la imbecilitas corporis, que él tiene en común con todos los vivientes, se le suma una espasmódica inquietudo animi, una anxietas que es sed que no se apaga en fuentes terrenales. Porque se abaten sobre el hombre el dolor y la muerte: y, más sutilmente aún, el sentimiento de la vanidad radical de las cosas, la sensación de que vivimos en un mundo inconsistente, de sombras, de ilusiones, la sensación de que nos movemos por sobre la superficie de una realidad, cuyo secreto se nos esfuma.
A ratos, el clamor de Marsilio es conmovedor
"Haz, oh Dios mío, que todo sea un sueño, que mañana, despertándonos a la vida, advirtamos que hasta entonces estábamos perdidos en el abismo, donde todo era pavorosamente deforme; que como los peces en el mar, éramos creaturas encerradas en una prisión líquida que nos agobiaba con pesadillas terribles!"
Soldado impertérritamente leal a Platón, continúa con su apología apasionada:
La grandeza del hombre está en su esencia divina, en el ser íntima, sustancialmente, un dios: será, quizás, un dios caído, mas siempre un exiliado en la tierra, melancólico de una patria lejana, a la cual debe regresar, a la cual no puede no regresar. En su estructura ontológica se encuentra el signo imborrable de esa dignidad que lo libra de la fatal necesidad del mundo natural, de la necesidad terrible de la muerte. Pero su nobleza es, en el fondo, una nobleza de nacimiento, no una conquista por las obras y un premio por la virtud.
"El conocimiento quiere encerrar el infinito en nuestro pensamiento; el amor dilata la mente por toda la inmensidad de la misericordia divina".
En principio, la lectura de los neoplatónicos renacentistas me resulta estimulante. Un orgasmo intelectual. Efímero. Pienso que la filosofía es esa llaga de Dios permanentemente abierta. La trascendencia nos hace alarde de sus úlceras (¡y cómo!). Los hombres tienen sus fuegos, sus juegos, sus sueros, su suelo, sus luegos. Sin embargo, sufren de esa morbosidad inclinada a lamer las purulencias del Absoluto, que los engaña incitándolos a considerarse especialistas en el sufrimiento y la decadencia, samaritanos del destino del mal. Y la ciencia (particularmente la teología) los convierte en enfermeros de la divinidad aquí en la tierra. El arte, bufones del Partenón. Sabiduría de los mortales, asistencia médica de las Verticalidades. El mundo, hospital de la Inmanencia.
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Acomodo el arnés de mi debilidad presuntuosa y emprendo la subida silbando la obertura 1812. Desciendo a los infiernos, donde emanan los efluvios de la desesperación. Me someto a la terapéutica del karma y al diagnóstico de la transmigración. Como si creyera en la curación. Soy una paciente agnóstica, escéptica, adusta. Para mí, lo verdaderamente genial de los fábulas es su primorosa inutilidad. Me he resuelto quebrar todos los espejos. Y es que tengo tu dulzura encarnada en el núcleo más recóndito de mi espíritu, a salvo de la dictadura de la conciencia y de las tablas de la ley.